Dejando de lados los aviones, sobre todo los grandes jets, el ingenio humano ha inventado varias formas de emular a los pájaros. Ver los paisajes desde lo alto, sentir el aire que nos roza la piel y nos despeina es una experiencia siempre grata y diferente. Solo hace falta un mínimo de decisión (y algo de dinero).
Contemplar una maravillosa cascada, asomarnos a un increíble precipicio, a los que hemos llegado sólo con nuestros piés. Recorrer grandes distancias en trenes, con bicicleta, con motorhome o en bus, y enterarnos de lo que nos perderíamos en un avión. Eso es lo que nos ofrece el ancho mundo.